Las políticas de bienestar social y salud abordan las necesidades de las personas para incidir en su bienestar desde distintas perspectivas: la prevención, la promoción, la protección y el cuidado. Pero con el tiempo se han topado con las limitaciones de un sistema público fundamentado en la distribución de competencias y la compartimentación de las políticas.
Hablar de bienestar y salud implica abordar la realidad de los vecinos y vecinas de un territorio desde muy diferentes perspectivas y desde políticas muy diversas: vivienda, ocupación, salud, educación, urbanismo, etc. La necesidad de abordar a la persona como un todo global integrado plantea el reto de la transversalidad y la coordinación de la administración pública a la hora de afrontar las necesidades del individuo. Las políticas de bienestar no se impulsan sólo desde los servicios sociales, como las de salud no lo hacen únicamente desde la salud pública: en todos los casos inciden otros muchos ámbitos y servicios. De ahí la importancia de los Planes Locales de Inclusión y cohesión social y los Planes Locales de Salud. Todos ellos tienen una vocación transversal pero también una voluntad de hacer partícipes a todos los agentes implicados en su elaboración y ejecución.
Además, los propios recursos y servicios municipales han desarrollado estrategias y planes de mejora continua internos para ser más eficientes y equitativos en la atención a las personas.